
En medio de un panorama económico mundial lleno de incertidumbre, México está viviendo un momento particular: mientras algunos sectores muestran señales de vida, otros parecen ir en cámara lenta. Lo interesante es que uno de los motores que está empujando al país no viene de las grandes ciudades, sino del campo.
El agro como protagonista inesperado
Durante el primer semestre de 2025, la economía mexicana mostró un crecimiento discreto, pero uno de los sectores que más sorprendió fue el agrícola. A pesar de los problemas globales de inflación, logística y comercio, el campo mexicano logró mantener el ritmo e incluso crecer por encima de lo esperado.
El trabajo rural, que muchas veces queda en segundo plano frente a la industria o los servicios, se ha convertido en uno de los pilares del producto interno bruto durante este periodo. La producción de alimentos, frutas, granos y otros productos básicos no solo abastece al mercado nacional, sino que también sigue siendo un rubro fuerte de exportación.
Servicios e industria: el freno inesperado
Mientras tanto, los servicios, que suelen ser el músculo principal de la economía urbana, comenzaron a mostrar signos de desaceleración. La gente está gastando menos, y eso se nota desde los restaurantes hasta las tiendas de ropa y los centros comerciales.
Por otro lado, la industria también ha tenido tropiezos. La producción manufacturera y la construcción no han logrado recuperarse con fuerza, lo cual tiene un impacto directo en el empleo y en la confianza del consumidor. Hay inversión, sí, pero sigue siendo cuidadosa y selectiva.
El peso fuerte y la inflación bajo control… por ahora
En términos financieros, el peso mexicano ha mostrado cierta fortaleza frente al dólar, lo cual ha sido bien recibido por los mercados. Esto ha permitido controlar un poco los precios de productos importados, especialmente combustibles y tecnología.
La inflación, que había sido el gran enemigo durante años anteriores, se mantiene relativamente contenida, rondando el 4 %. No es ideal, pero está muy por debajo de los niveles de alarma. Esto le ha dado al Banco de México espacio para bajar ligeramente las tasas de interés, aunque lo está haciendo con mucha cautela.
Consumo interno: cuando la gente prefiere no gastar
Uno de los puntos más delicados del momento económico actual es el consumo interno. A pesar de que hay empleo y los precios no se han disparado, la gente no está comprando como antes. La incertidumbre, la falta de confianza y el miedo a lo que viene provocan que muchos hogares se limiten a lo esencial.
Esto genera un efecto dominó: si no hay demanda, los comercios venden menos, contratan menos, y a su vez, los proveedores producen menos. Es un ciclo que cuesta romper cuando la percepción general es de prudencia o incluso de “aguantar”.
¿Estamos estancados o solo tomando impulso?
El crecimiento económico estimado para 2025 sigue siendo bajo. Algunas proyecciones lo ubican en apenas 0.2 %. No es una recesión, pero tampoco es crecimiento real. Es una especie de pausa, como si la economía estuviera esperando a ver qué pasa con el resto del mundo antes de decidir si avanzar o frenar del todo.
Esto puede verse como algo negativo, pero también tiene un lado positivo: hay sectores que siguen vivos, como el campo. Y mientras exista producción, exportación y empleo en ciertas áreas clave, hay bases sobre las cuales reconstruir un impulso más amplio.
México rural, clave para el México moderno
Este momento es una oportunidad para mirar al campo con otros ojos. Lo rural ya no es sinónimo de atraso, sino de resiliencia. En tiempos donde las grandes cadenas enfrentan problemas, los pequeños productores siguen trabajando, cosechando y abasteciendo al país.
Y tal vez esa sea la lección de este año: cuando todo lo demás se enfría, lo esencial sigue en pie.







