
Anoche la Ciudad de México fue testigo de una tormenta que superó a muchas anteriores. Lluvias tan intensas que provocaron lo que en el vocabulario urbano ya llaman “inundaciones históricas”. No fue solo un aguacero más: fue un momento en que la capital se detuvo. En un solo episodio, la infraestructura urbana evidenció sus puntos más vulnerables y la vida cotidiana fue puesta a prueba.
El agua en cada esquina: municipio bajo agua
La tormenta desencadenó una secuencia implacable de encharcamientos y zonas completamente sumergidas. Calles principales como el Circuito Interior, Calzada Ignacio Zaragoza y Viaducto Miguel Alemán se convirtieron en espejos de agua donde los autos apenas enfrentaban avanzar. La Secretaría de Gestión Integral del Agua reportó niveles de lluvia que alcanzaron los 84 mm, lo suficiente para activar la alerta púrpura en algunas zonas críticas.
Transporte urbano colapsado: Metro y Metrobús en emergencia
El sistema de transporte, columna vertebral del movimiento en la ciudad, hizo agua—literalmente. El Metro debió implementar marchas de seguridad y varias líneas operaron con limitaciones o pararon por completo: la Línea 5, por ejemplo, dejó fuera de servicio estaciones como Eduardo Molina, Oceanía, Terminal Aérea y Pantitlán, aunque el equipo de impacto logró reactivar el servicio pasado el amanecer. El Metrobús también avanzó con extrema lentitud en múltiples rutas, complicando el traslado de miles de personas.
Aeropuerto paralizado, Zócalo bajo agua
El AICM no se libró del caos. La intensa lluvia forzó la suspensión de operaciones en la terminal aérea desde cerca de las 19:45 h, provocando cancelaciones y suspensiones temporales, aunque los vuelos se reanudaron poco antes del amanecer. Y por si el caos aéreo no bastara, el corazón político y cultural de la ciudad, el Zócalo, amaneció parcialmente inundado, un espectáculo tan inusual como impactante.
Ciudades paralizadas: caos vial y emocional
La furia del cielo se tradujo en calles atascadas, automóviles varados y conductores atrapados. Vialidades que suelen estar siempre congestionadas experimentaron un colapso sin precedentes. Por más que los bomberos, tránsito y Protección Civil activaron operativos de emergencia, el agua sabía más que las sirenas. El caos no solo fue vial, fue emocional: una ciudad que enciende miles de semáforos por minuto, se detuvo.
¿Exceso de lluvia o sistema en jaque?
Es imposible ignorar que este fenómeno no fue solo meteorológico. El sistema urbano de drenaje, el hundimiento gradual del suelo capitalino y la deficiente absorción del agua convergieron para amplificar el desastre. La percepción es clara: el sistema está rebasado y una tormenta histórica puso en evidencia que se requieren soluciones urgentes y visión de largo plazo.
Lo que se lleva la tormenta y lo que dejó
- Infraestructura a prueba: estaciones del Metro cerradas, rutas del Metrobús paralizadas, AICM interrumpido y avenidas anegadas.
- Vida diaria tambaleante: miles de personas enfrentaron retrasos, movilidad frustrada y momentos de incertidumbre.
- Reflexión necesaria: una capital bajo agua no debe ser solo foto viral; debe ser un llamado urgente a políticas urbanas centradas en drenaje, absorción y adaptación al clima extremo.








