
Ernesto Barajas, rostro visible e iniciador del proyecto musical Enigma Norteño, fue asesinado esta mañana en Jalisco. La noticia cayó como un puñal: artesano de la música regional mexicana, Barajas había impulsado esa mezcla de corridos crudos y ritmos que capturan historias verdaderas. Hoy, su partida convulsiona a su gente, a sus fans, y a quienes creyeron que la fuerza de sus canciones era para contar vidas… no para terminar con una.
El artista y el hombre detrás del escenario
Barajas no solo era cantante; también era compositor, director, empresario cultural y una pieza fundamental en la consolidación de Enigma Norteño en el panorama regional. Bajo su liderazgo, la banda alcanzó escenarios en México y Estados Unidos, reconocida por sus corridos crudos que narraban realidades callejeras, compartiendo voces de comunidad con un lenguaje directo y sin filtros.
El ataque y lo que se sabe hasta ahora
El incidente ocurrió esta mañana en Jalisco. Las autoridades ya investigan el hecho y han iniciado una carpeta de investigación formal. En esta etapa de incertidumbre, lo único claro es que alguien le arrebató la vida, y que estamos frente a una herida abierta en el corazón del regional mexicano y en su comunidad de seguidores.

Reacciones, lágrimas y exigencia de justicia
Las redes sociales estallaron al conocerse la noticia. Fans, colegas, amigos y comunidades enteras compartieron su incredulidad:
“No puede ser… ¡su voz era historia viviente!”
“Ya basta de perder a quienes narran vidas desde el canto.”
Algunos medios locales esperan que Enigma Norteño y la familia emitan un comunicado oficial, mientras se exige que las autoridades actúen sin dilaciones y lleven al culpable ante la justicia.
Ernesto no solo cantaba, también abría ventanas a realidades postergadas. El subgénero del corrido que él abordaba —casi documental y sin adornos— era tan controversial como honesto. Muchos lo criticaban por su crudeza; otros lo veneraban por su autenticidad. Hoy, esa ambivalencia enloquece quienes pensaron que, al menos, su legado duraría más que su vida.
Reflexión final
Su muerte revienta en la memoria colectiva: uno menos, un legado mortalmente interrumpido. El arte tiene potencia, pero nada puede contra la violencia desmedida. Que su voz no se pierda en el eco del silencio. Que la investigación sea transparente y rápida. Y que, un día, su música siga contando sin necesidad de que quienes la cuentan terminen muertos.








